Comentábamos en el último número la reciente celebración en Los Angeles del E3, convención anual de los grandes de la industria del videojuego. Y decíamos que en esta industria dominada por grandes firmas y grandes lanzamientos, hay una presencia enorme, y cada vez mayor, de pequeños estudios independientes con muchos menos recursos pero grandes dosis de imaginación y creatividad.
La proliferación de lenguajes y software de programación de videojuegos a un precio muy asequible, como Unity3D, y la aparición en los últimos años de alternativas de distribución económicas para estos títulos, como la plataforma Steam, ha hecho que cualquier pequeño grupo de programadores, a veces incluso una sola persona, pueda desarrollar “fácilmente” un juego o aplicación y publicarlo sin necesidad de realizar una gran inversión, salvo su tiempo, esfuerzo, e ilusión.
De este modo actualmente existe el mayor catálogo de títulos que jamás haya habido, con novedades y proyectos constantes en todos los géneros y para todos los públicos. Es más, los géneros se están reinventando y fusionando constantemente, con nuevas ideas que no hacen más que enriquecer la oferta a disposición del público. Saber filtrar esta inmensidad y buscar la opción que mejor encaje con cada uno es tarea del consumidor. Los grandes títulos se impondrán porque el usuario medio desconoce las alternativas, pero el modelo de negocio tradicional está cambiando día a día, como ha cambiado ya anteriormente en otros sectores a través de Internet.